domingo, 27 de noviembre de 2011

9 Razones de peso para que la industria editorial deje de considerar las bibliotecas como enemigos y comience a agradecerles su labor

Por Bobbi Newman, Librarian by Day


(Traducción " a seis manos" de Maria Jesús del Olmo, Pedro Quílez Simón y Lorena Gómez Méndez)

1.-Las bibliotecas permiten que la gente lea vuestros libros.

Ya, ya lo sé: sé que pensáis que si no fuese por las bibliotecas la gente compraría más libros. Pues lo siento, pero esto no es así: si no fuese por las bibliotecas, simplemente se leería menos, pero esto no quiere decir que se comprasen más libros. No hay ninguna garantía de que un usuario de biblioteca vaya a ser también un comprador de libros. Asumámoslo: nadie que pasa cuatro meses en una lista de espera para poder llevarse en préstamo la obra de su autor favorito está dispuesto a comprársela, ni en una edición de tapa dura o, ni siquiera, en una edición de bolsillo:(¿Tenéis en cuenta los precios de las ediciones de bolsillo últimamente?) En lugar de pensar que un libro que se pone a disposición del público en préstamo en una biblioteca es una pérdida de negocio, veámoslo como un libro más que se ha vendido y que, seguramente, no lo habría sido de otro modo. Y lo que es aún más importante: consideradlo como el acceso a la obra de un autor. Muchos lectores descubren a sus autores favoritos gracias a su biblioteca pública.

2.- Las bibliotecas crean vuestros lectores

Para los niños, las bibliotecas somos un lugar mágico de las que pueden llevarse a casa en préstamo 40 o 50 libros a la semana, leerlos por sí mismos o con sus padres. Hacemos actividades como “La hora del cuento”, así como otros programas educativos y de ocio que propician una larga trayectoria vital de amor a la lectura. De no tener esta temprana introducción a los libros, no tendríais tantos clientes adultos.
Cuando ya son mayores, les recomendamos lecturas. Sí eso que sucede cuando alguien llega a la biblioteca y te dice que le gustaría leer “algo”. Que conste que lo hacemos mucho mejor que Amazon, teniendo en cuenta que somos personas de carne y hueso, que escuchamos y, por supuesto, también leemos. No somos una máquina. Y veremos si nos necesitáis como asesores del público, dado que los lectores, y especialmente en épocas de crisis, no están precisamente dispuestos a arriesgarse comprando la obra de un autor nuevo.

3. Las bibliotecas festejamos todos los días del año a libros y autores.

Clubs de lectura, estantes de nuevas adquisiciones, exposiciones temáticas y más. Las bibliotecas organizamos verdaderas fiestas para celebrar la publicación de vuestros libros y vuestros autores. Animamos a la lectura de vuestros libros, compramos múltiples ejemplares de cada libro, y dedicamos gran parte de nuestro tiempo a comentar vuestras obras. Hacemos exposiciones de libros para promocionarlos y así ayudamos a la gente a que los descubra. Todas estas actividades conducen, sin duda, al incremento de vuestras ventas.

4. Archivos

Las bibliotecas son las únicas instituciones que conservan ejemplares de los libros más viejos, precisamente aquellos que las librerías ya han saldado o devuelto. Además siempre compramos ejemplares adicionales cuando los que teníamos están deteriorados, perdidos o han sido sustraídos.

5. Promoción y publicidad

Efectivamente; ya hemos mencionado la animación a la lectura mediante consejos y asesoría al lector, los clubes de lectura y los cuenta cuentos, pero es que además publicamos boletines de libros, tenemos estantes especiales para novedades editoriales y para libros recién devueltos. Y no solo eso, además organizamos maratones de lectura para todos los públicos, invitamos a los autores a hacer lecturas de su obra en la biblioteca y a firmar libros. Si es verdad que las librerías tal y como las conocemos van a desaparecer, vais a necesitar un espacio físico donde celebrar vuestras ceremonias de promoción de libros y donde los autores puedan ir a firmar su obra, sobre todo en ciudades pequeñas.

6. QUEREMOS comprar vuestros libros.

En esta época en la que estáis tan preocupados por la piratería, os ofrecemos no solo pagar, también un modo razonable para que la gente lea vuestros libros sin piratearlos. Incluso hemos aceptado vuestros incómodos y alambicados métodos anti-piratería que hacen que el proceso sea engorroso y frustrante para todos.

7. Nos encantan los libros también.

Claro que no por las mismas razones que a vosotros, pero también apostamos porque haya un futuro para los libros.

8. ¿Quién más estaría dispuesto a pagar los precios desorbitados de vuestras bases de datos y revistas?

Desde luego, no el público normal o los estudiantes. La biblioteca apenas puede pagarlos, nos estáis criticando con demasiada dureza en esto, muchachos.

9. Los usuarios de las bibliotecas son vuestros mejores clientes.

Sí, es verdad. Un estudio reciente de Library Journal y Bowker PubTrack Consumer dice: "Nuestros datos muestran que más del 50% de los usuarios de la biblioteca compraron libros de un autor que conocieron en la biblioteca", señaló Miller. "Esto echa por tierra el mito de que cuando una biblioteca compra un libro la editorial pierde ventas. Por el contrario, confirma que en la biblioteca pública no sólo se gesta y se apoya la alfabetización, como es bien sabido en nuestro ámbito cultural, sino que es un socio activo de la industria editorial en el desarrollo del mercado del libro, por no mencionar el creciente mercado de libros electrónicos.


Más información:
http://librarianbyday.net/2011/11/23/9-reasons-publishers-should-stop-acting-like-libraries-are-the-enemy-and-start-thanking-them/

viernes, 11 de noviembre de 2011

La Biblioteca Pública, ¿otro “lujo” que no nos podemos permitir?


Pedro López López.
Rebelión



La crisis provocada por el actual capitalismo de casino va acompañada de un discurso reaccionario que nos quiere convencer de que es muy costoso mantener los derechos ciudadanos. Así, el trabajo decente es un privilegio, nos recuerdan continuamente; sanidad y educación han pasado a ser un lujo insostenible de ciudadanos mantenidos a la sopa boba; los funcionarios, una carga insoportable; las pensiones públicas no podrán mantenerse. El derecho a la cultura y a la información, en este contexto, ya parece un lujo extravagante.

Se trata de un ataque al estado del bienestar que viene ya de lejos y que se sustenta en una serie de falacias que autores como Vicenç Navarro han ido desmontando. En España el nivel de gasto social está por debajo de la media de la Europa de los 15, los países de “nuestro entorno” con los que debemos medirnos (España tiene un nivel de riqueza del 94% del promedio de la UE-15 y su gasto público social es sólo un 74%, según publicaba Navarro hace unos días); lo mismo ocurre con el número de funcionarios y otros indicadores del estado del bienestar, estado que es producto de una serie de luchas históricas para conseguir unos derechos sociales que permitan un nivel de vida digno, como proclama la Declaración Universal de Derechos Humanos (arts. 22 y 25). Los derechos económicos, sociales y culturales no son ningún lujo, sino una exigencia a la que no podemos renunciar si queremos pertenecer a una sociedad democrática. Y en una sociedad democrática no estaría mal que las prioridades económicas y la distribución de ingresos y gastos fueran cuestiones en las que la ciudadanía tuviera algún papel, y no sólo esos dos entes que se han convertido en la gran coartada: “Europa” y “los mercados”. Según la Constitución Española, tantas veces invocada cuando interesa e ignorada también cuando interesa, “la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general” (art. 128.1).

El ataque al estado del bienestar y la crisis económica y social provocada por prácticas económicas irresponsables socialmente, por políticas económicas erradas y por la ideología neoliberal, van enviando a millones de personas a engrosar las cifras de pobreza (¡casi 9 millones de pobres ya en nuestro país!) y exclusión social. Precisamente este escenario de crisis debería conducir a políticas de ayuda y protección a los sectores más vulnerables. Uno de los instrumentos más eficaces para ayudar a estos sectores es la educación, que, como estamos viendo va hacia un modelo de beneficencia para las capas de menor poder adquisitivo, anulando así su potencial para ayudar a que las personas puedan llevar a cabo sus proyectos vitales. Y muy directamente relacionadas con la educación están las bibliotecas públicas, que protegen los derechos de acceso a la cultura, a la información y a la educación para toda la población. Como no podría ser de otra forma dentro del modelo que se quiere imponer de “sálvese quien pueda”, las bibliotecas públicas también están sufriendo recortes inadmisibles de presupuestos, de horarios y de personal. Sin embargo, en épocas de crisis, las bibliotecas públicas sirven de refugio a millones de ciudadanos que tienen bajo nivel adquisitivo y, por consiguiente, pocos recursos.

En febrero de 2010 se redactó la Declaración de Murcia sobre la Acción social y educativa de las bibliotecas públicas en tiempo de crisis. En ella se dice que las bibliotecas cumplen una función social y educativa en todo momento, pero, “particularmente, pueden ser un recurso fundamental de inclusión y promoción social cuando la crisis económica incrementa el número de personas en paro, precariedad laboral, vulnerabilidad o exclusión social”. En épocas de crisis especialmente “hay que transmitir y hacer que la sociedad conozca la función de la biblioteca como institución de formación permanente, inclusión social y puerta de acceso a la sociedad de la información para todos”. Además, se dice, “la biblioteca debe atender especialmente las necesidades inclusivas y educativas de las personas y colectivos más vulnerables”.

Hace unas semanas el profesor José Antonio Gómez (Universidad de Murcia) decía en un foro de discusión: “Nos necesitan [refiriéndose a las bibliotecas] los cinco millones de personas en situación de desempleo, la mitad de la población española sin acceso a Internet en su hogar, los casi ocho millones de alumnos de la Educación obligatoria o más del 20% de la ciudadanía que se encuentra por debajo del umbral de la pobreza”.

No podemos seguir aceptando el discurso que sugiere que los derechos sociales no son derechos humanos, o bien que son para épocas de vacas gordas. Precisamente en épocas de crisis es cuando los derechos sociales son más necesarios, ya que son derechos solidarios y su función es garantizar un nivel de vida digno a todo ser humano, además de dar oportunidades a las capas más desfavorecidas. De hecho, en la crisis de 1929 los servicios públicos, concebidos precisamente para atender los derechos sociales, pasaron de ser un paliativo de los fallos del mercado a ser un instrumento de regulación del capitalismo.

La biblioteca es un servicio esencial para ejercer los derechos de acceso a la cultura, a la información y a la educación, sin los que el ciudadano no puede participar en la vida social y cultural. La crisis económica no debe ser una excusa para recortar presupuestos destinados a ella, sino un motivo para fortalecerla, si no queremos volver al modelo de beneficencia del siglo XIX, cuando los pobres no tenían derecho a nada, sino que recibían la vergonzante caridad de los ricos. La biblioteca pública es un derecho que debemos defender sin el menor titubeo, y más en un país líder en desigualdad económica como es España, según los últimos datos de Eurostat.

Pedro López López. Profesor de la Universidad Complutense. Miembro de la Plataforma Contra el Préstamo de Pago en Bibliotecas